DIARIO DE VIAJE
Experiencias en suelo europeo, bajo la mirada de una argentina...
Segunda parte
Experiencias en suelo europeo, bajo la mirada de una argentina...
Mientras íbamos atravesando la Provenza francesa, fuimos descubriendo la belleza de la que había
escuchado durante años. Me refiero a la atractiva Costa Azul. Mezcla de cultura
e historia iba abriéndose en el camino. El paisaje ofrecía escenas como las
pintadas por el genial Van Gogh y vimos en varias oportunidades algunos cuervos
surcar el azul del cielo. Praderas amarillas como testimonio de la cosecha reciente del trigo o de avena, parcelas de
verdes indefinidos y ríos que atravesaban la región, hacían del lugar colorido
un atractivo especial.
Llegamos a Nisa al atardecer observando
personas que aún estaban en las bonitas playas bañadas por las aguas del Mediterráneo de un color azulino. A lo lejos había navíos blancos recortándose
con sus mástiles elevados. Es una ciudad
con edificios que guardan historias, algunos pintados de rosado, otros de ocre,
o amarillo, o blanco. Las calles son muy pintorescas, con sus comercios y bares
muy concurridos.
Pudimos disfrutar de un día de mar bajo un
sol cálido sobre un manto de cantos rodados de la playa. Recorrimos la costanera entre varios turistas y algunos
vendedores ambulantes provenientes de África. Con mucha consternación descubrimos
el sitio donde se había producido el ataque terrorista del día 14 de julio, en
donde familiares y amigos de las víctimas rindieron tributo dejando algunas
pertenencias como juguetes, flores, piedras, dibujos, fotografías…Fue un
momento de sobrecogimiento ante semejante crueldad acometida.
Mónaco:
al llegar al Principado de Mónaco nos deslumbró su costa mediterránea con
infinidades de yates, cruceros y naves de gran porte, todos pintados de blanco
que contrastaban con el azulino impecable del mar. En los acantilados rocosos
se erguían majestuosamente los rascacielos, palacios y hoteles internacionales,
mezclándose con manchas verdosas de la vegetación que crece en las laderas.
Balcones en las casas con estilo
suntuoso dejaban caer flores de colores vibrantes que se asomaban entre rejas
forjadas. Por las veredas, centenares de turistas caminando, otros ubicados en
bares bajo sombrillas blancas o recorriendo centros comerciales de reconocidas
marcas en indumentaria. Por las calles circulaban automóviles lujosos, algunos
descapotables como Ferrari, Audi, Porsche y otros de alta gama.
Me sorprendieron los colores vibrantes de algunos de ellos. Sin dudas es un
lugar donde el glamour y la exclusividad es el común denominador. El Palacio
real, su nombrado Casino, la Catedral, el Casco Antiguo y los espectaculares
yates fondeando en los puertos son un atractivo para el turista.
Si bien la
sensación visual es extraordinaria, me quedé pensando en que cada rincón es una
vidriera, un foco de todas las miradas… Una muestra del “poder tener y mostrarlo…”
Pasado el
mediodía, elegimos una de las callecitas pintorescas en donde fluyen los bares
y restaurantes, y sentados degustamos
unas ricas pizzas con mariscos.
Para llegar a Pisa, pasamos por Génova, capital de la región
Liguria. Desde lo alto se podía observar
el puerto, muy importante por el flujo mercantil
constante. Sin dudas resultaba muy
atractivo ver a las numerosas
dársenas y navíos de diferentes calados.
Ya en la ciudad de Pisa nos dirigimos al Campo de los Milagros, lugar donde se destacan la Catedral, la Torre inclinada y el
Babtisterio. La primera, con su interior
revestido de mármol blanco y negro, sostenida por columnas de granito, mostraba
sus elementos clásicos, bizantinos e islámicos. El
exterior estaba decorado con mármoles de diversos colores, mosaicos y objetos
de bronce, recortándose el impresionante portal. El Babtisterio, dedicado a San Juan Bautista, es el
más grande de Italia. Tiene una cúpula muy llamativa mientras que su interior
es sencillo salvo la pila bautismal, el púlpito y una escultura de bronce del
santo. Usando un sistema telefónico pude escuchar y conocer la historia misma,
desde sus comienzos hasta la el presente. La Torre Inclinada fue construida como campanario de
la Catedral. No me cansaba de mirarla: alta y blanca, mientras la guía
explicaba que cuenta con 56 metros de altura. La tarde era muy calurosa,
invitaba a tomar algo fresco. Y nunca hubiera pensado que a pocos metros de la
famosa torre, íbamos a sentarnos a saborear un riquísimo helado italiano.
Florencia:
llegamos cuando el sol caía en el horizonte. Con el afán de ir al centro y ver al Duomo,
preferimos no cenar. Las luces tenues pero puntuales hicieron que me extasiara
ante la Catedral Santa María del Fiore. No cabía en mis ojos semejante obra maestra
del arte gótico y del primer Renacimiento italiano. Su cúpula, junto al
campanario y al baptisterio son una joya artística de Florencia, con sus
enormes muros de mármol y de ladrillos que continuaban circundando la
manzana. Al día siguiente, bajo un sol radiante
emprendimos la recorrida a pie, por el centro histórico de la ciudad. Los
puentes sobre el río Arno se mostraban orgullosos de mantenerse en pie
atravesando siglos de historia. El Ponte Vechio ofrecía una postal atractiva y
algunos navíos pequeños se desplazaban por el Arno, verdoso y calmo. La casa de
Dante Aleghieri lucía su fachada con ornamentos de la época y la Plaza de la
Signoria nos regalaba numerosas estatuas perfectamente conservadas.
Sin dudas es la plaza más bonita y visitada por los turistas que llegan a
Florencia. Es un verdadero museo a cielo abierto: esculturas de Adán y Eva, el
David de Miguel Ángel (copia), Hércules, El Rapto de las Sabinas, Perseo con la
cabeza de Medusa. Me senté cerca de la Fuente de Neptuno para descansar y
seguir contemplando los edificios que sobresalían por su belleza mientras las
palomas revoloteaban entre las estatuas. Después, junto a una muchacha que nos ofreció ser guía, ingresamos al interior de la Catedral junto a un puñado de argentinos deseosos por
recorrerla y ansiosos a la vez por extasiarnos con los frescos de la inmensa
cúpula que Vasari y Zucchero representaron con sus pinceles: El Apocalipsis,
Coro de Ángeles, Virtudes, Pecados Mortales e Infierno entre otros temas
religiosos. Abajo, los pisos originales, formando flores de
lirios en blanco, gris y negro combinando mármoles, me dejaron sin aliento. Siendo el mediodía, con una temperatura agradable y
un sol que invitaba a seguir admirando al Duomo, nos sentamos en uno de sus
bares justo enfrente del campanario, oyendo su tañir cada media hora. Y allí degustamos una exquisita macedonia mientras
caminaban decenas de turistas de
distintas procedencias, chinos en su mayoría.
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