lunes, 10 de octubre de 2016

DIARIO DE VIAJE
Experiencias en suelo europeo, bajo la mirada de una argentina...
Segunda  parte

Mientras íbamos atravesando  la Provenza francesa, fuimos  descubriendo la belleza de la que había escuchado durante años. Me refiero a la atractiva Costa Azul. Mezcla de cultura e historia iba abriéndose en el camino. El paisaje ofrecía escenas como las pintadas por el genial Van Gogh y vimos en varias oportunidades algunos cuervos surcar el azul del cielo. Praderas amarillas como testimonio de la cosecha  reciente del trigo o de avena, parcelas de verdes indefinidos y ríos que atravesaban la región, hacían del lugar colorido un atractivo especial.

Llegamos a Nisa  al atardecer observando personas que aún estaban en las bonitas  playas bañadas por las aguas del Mediterráneo  de un color azulino.  A lo lejos había navíos blancos recortándose con sus mástiles elevados.  Es una ciudad con edificios que guardan historias, algunos pintados de rosado, otros de ocre, o amarillo, o blanco. Las calles son muy pintorescas, con sus comercios y bares muy concurridos.
Pudimos disfrutar de un día de mar bajo un sol cálido sobre un manto de cantos rodados de la playa. Recorrimos  la costanera entre varios turistas y algunos vendedores ambulantes provenientes de África. Con mucha consternación descubrimos el sitio donde se había producido el ataque terrorista del día 14 de julio, en donde familiares y amigos de las víctimas rindieron tributo dejando algunas pertenencias como juguetes, flores, piedras, dibujos, fotografías…Fue un momento de sobrecogimiento ante semejante crueldad acometida.

Mónaco:  al llegar al Principado de Mónaco nos deslumbró su costa mediterránea con infinidades de yates, cruceros y naves de gran porte, todos pintados de blanco que contrastaban con el azulino impecable del mar. En los acantilados rocosos se erguían majestuosamente los rascacielos, palacios y hoteles internacionales, mezclándose con manchas verdosas de la vegetación que crece en las laderas. Balcones en las  casas con estilo suntuoso dejaban caer flores de colores vibrantes que se asomaban entre rejas forjadas. Por las veredas, centenares de turistas caminando, otros ubicados en bares bajo sombrillas blancas o recorriendo centros comerciales de reconocidas marcas en indumentaria. Por las calles circulaban automóviles lujosos, algunos descapotables como Ferrari, Audi, Porsche y otros de alta gama. Me sorprendieron los colores vibrantes de algunos de ellos. Sin dudas es un lugar donde el glamour y la exclusividad es el común denominador. El Palacio real, su nombrado Casino, la Catedral, el Casco Antiguo y los espectaculares yates fondeando en los puertos son un atractivo para el turista.
Si bien la sensación visual es extraordinaria, me quedé pensando en que cada rincón es una vidriera, un foco de todas las miradas… Una muestra del “poder tener y mostrarlo…”
Pasado el mediodía, elegimos una de las callecitas pintorescas en donde fluyen los bares y restaurantes,  y sentados degustamos unas ricas pizzas con mariscos.

Para llegar a Pisa,  pasamos por Génova, capital de la región Liguria. Desde lo alto se podía  observar el puerto, muy  importante por el flujo mercantil constante.  Sin dudas  resultaba muy  atractivo  ver a las numerosas dársenas y navíos de diferentes calados.
Ya en la ciudad de Pisa nos dirigimos al Campo de los Milagros, lugar donde  se destacan  la Catedral, la Torre inclinada y el Babtisterio.  La primera, con su interior revestido de mármol blanco y negro, sostenida por columnas de granito, mostraba sus  elementos clásicos, bizantinos e islámicos. El  exterior estaba  decorado con mármoles de diversos colores, mosaicos y objetos de bronce,  recortándose el  impresionante portal.     El Babtisterio, dedicado a San Juan Bautista, es el más grande de Italia. Tiene una cúpula muy llamativa mientras que su interior es sencillo salvo la pila bautismal, el púlpito y una escultura de bronce del santo. Usando un sistema telefónico pude escuchar y conocer la historia misma, desde sus comienzos hasta la el presente.   La Torre Inclinada fue construida como campanario de la Catedral. No me cansaba de mirarla: alta y blanca, mientras la guía explicaba que cuenta con 56 metros de altura. La tarde era muy calurosa, invitaba a tomar algo fresco. Y nunca hubiera pensado que a pocos metros de la famosa torre, íbamos a sentarnos a saborear un riquísimo helado italiano.
Florencia: llegamos cuando el sol caía en el horizonte.  Con el afán de ir al centro y ver al Duomo, preferimos no cenar. Las luces tenues pero puntuales hicieron que me extasiara ante la Catedral Santa María del Fiore.  No cabía en mis ojos semejante obra maestra del arte gótico y del primer Renacimiento italiano. Su cúpula, junto al campanario y al baptisterio son una joya artística de Florencia, con sus enormes muros de mármol y de ladrillos que continuaban circundando la manzana.   Al día siguiente, bajo un sol radiante emprendimos la recorrida a pie, por el centro histórico de la ciudad. Los puentes sobre el río Arno se mostraban orgullosos de mantenerse en pie atravesando siglos de historia. El Ponte Vechio ofrecía una postal atractiva y algunos navíos pequeños se desplazaban por el Arno, verdoso y calmo.  La casa de Dante Aleghieri lucía su fachada con ornamentos de la época y la Plaza de la Signoria nos  regalaba  numerosas estatuas perfectamente conservadas. Sin dudas es la plaza más bonita y visitada por los turistas que llegan a Florencia. Es un verdadero museo a cielo abierto: esculturas de Adán y Eva, el David de Miguel Ángel (copia), Hércules, El Rapto de las Sabinas, Perseo con la cabeza de Medusa. Me senté cerca de la Fuente de Neptuno para descansar y seguir contemplando los edificios que sobresalían por su belleza mientras las palomas revoloteaban entre las estatuas.   Después,  junto a una  muchacha que nos ofreció ser guía, ingresamos  al interior de la Catedral junto a  un puñado de argentinos deseosos por recorrerla y ansiosos a la vez por extasiarnos con los frescos de la inmensa cúpula que Vasari y Zucchero representaron con sus pinceles: El Apocalipsis, Coro de Ángeles, Virtudes, Pecados Mortales e Infierno entre otros temas religiosos.    Abajo, los pisos originales, formando flores de lirios en blanco, gris y negro combinando mármoles, me dejaron sin aliento.     Siendo el mediodía, con una temperatura agradable y un sol que invitaba a seguir admirando al Duomo, nos sentamos en uno de sus bares justo enfrente del campanario, oyendo su tañir cada media hora. Y allí  degustamos una exquisita macedonia mientras caminaban  decenas de turistas de distintas procedencias, chinos en su mayoría.


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