martes, 13 de octubre de 2015


                                        La revelación


La llama del fósforo vaciló entre los dedos de Lucía y se apagó a causa de la brisa suave que se escurría entre las cortinas de voile. Ahora,  totalmente a oscuras, tanteó el rostro de su amado, que dormía plácidamente y rozó sus labios húmedos en la curva de los hombros. En las sombras nocturnas, tan azabache como sus ojos, se fue desnudando lentamente.  El respirar de su pareja era una suave música que endulzaba sus oídos.
 Un año atrás se habían conocido buceando en los mares caribeños. Él había admirado su cuerpo de sirena y sus movimientos ondulantes en las aguas turquesas. Después vino el descubrimiento interno, el ahogo de los besos, el fuego de los abrazos, el despertar  junto con las  auroras.  Lucía lo amaba de verdad. Y ahí, tendida a su lado, aguardaba la mínima señal de su despertar para al fin, susurrarle al oído, que serían tres.



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