sábado, 28 de noviembre de 2015

                                                    Novias de las montañas 

   En ocasiones se ha hablado de las “Novias del mar”, aquellas muchachas que surgen de las aguas marinas para darles amor a los arriesgados pescadores en noches borrascosas.
   Pero también están las otras, las mujeres que sin ser deidades ni ángeles, acompañan en silencio la labor de los hombres que con sus tráfagos incesantes agujerean el mineral de las entrañas de la tierra.
   Muchos siguen preguntándose cómo hacen esas doncellas para atravesar la resistente roca.        Aseguran que es un misterio. Las personas más perceptivas, las ven surcando el firmamento hasta llegar a las moles rocosas. Allí sus figuras casi transparentes se hunden buscando las inmensas galerías abovedadas, cruzándose en todas direcciones. Las pálidas luces de algunos candiles colgados les dan la bienvenida y les permiten verlos, sumidos en sus trabajos profundos y sacrificados.
   Los mineros apenas las ven. Son demasiado etéreas. Perciben con agrado sus presencias y ellas los rodean para revelarles su amor. Los trabajadores reciben agradecidos ese afecto sutil y sagrado. Entonces se sienten bien. No experimentan cansancio. La oscuridad se minimiza y se les dibuja una sonrisa esperanzadora. Luego las jóvenes se despiden y parten hacia otros lugares recónditos.
   Los hombres han probado el amor una vez más y aguardan la próxima llegada de sus amadas para vibrar nuevamente entre sus encantos.
   “Las novias de la montaña” cumplen así su labor enigmática y sanadora.

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