SIN
SALIDA
Abro un ojo y
lentamente el otro. Nace un nuevo día. Otro día sin un dejo de proyectos.
Mi tiempo y mi vida es ahora. Ni siquiera hoy. Ahora.
Anoche me acosté
cuando los últimos bombardeos estaban finalizando. Y fueron
tan estruendosos que mi hermana comenzó a gritar desesperada y a llorar
sin parar. Abrazadas tratamos de conciliar el sueño, tan difícil de lograr. Con
mis ojos entreabiertos orientados hacia el ventiluz, seguía viendo cómo se
mezclaban los colores naranjas y blancos de los explosivos en el cielo
azabache.
Me levanto y
sigilosamente me acerco al ventanal para observar el mismo infierno
aterrador. Derrumbes, vestigios de humo detrás de algunos edificios,
automóviles cruzando la esquina a toda velocidad, personas corriendo sin
rumbo, sin esperanzas. No vislumbro visos de solución a este conflicto
satánico. El terror, siempre el terror. Busco mi teléfono móvil y me sumerjo en
la red porque me hierve la sangre y una fuerza poderosa sale de ella y
dirige mis manos para escribir. Confesar que anoche creí que iba a morir. Como
la noche anterior y así como tantas vividas en estos tiempos. No tengo
escapatoria, de esta estrecha banda de tierra no se puede huir. Estoy
acorralada en mi casa. Como Ana en su sótano. Sin consuelo y sin expectación
alguna. Por eso necesito escribir lo que siento, escribir para llevar mis
letras hacia todos los confines del Universo, escribir de rabia y de pena
en tiempo real. Que mis palabras sean palomas blancas surcando el éter
suplicando paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario