viernes, 7 de abril de 2017


Fragmento de mis experiencias docentes, del libro "32 años"



“…Repaso cuidadosamente una hoja de papel blanco dentro de un cuaderno de tapas duras. Leo los interrogantes acerca de las dificultades de la redacción en el aula. Redactar siempre ha sido un “problema”. Una falla metodológica, un escollo. Por años se mantuvo esta cuestión. Demanda tiempo y el docente debe necesariamente disponer del mismo para trabajar con energía en este tema tan importante para el desarrollo intelectual del educando.
En las distintas reuniones plenarias, se abordaban diversos asuntos, pero la práctica de la redacción en forma periódica en el aula, fue siempre un contenido conceptual recurrente por ser acuciante.
Por experiencia personal, puedo aseverar que para animar a los niños a redactar, se debía dar lugar previamente a un diálogo espontáneo o conducido según la necesidad basado en un asunto pre-determinado. El escuchar a los pares con atención, respetando los momentos que cada uno necesitaba para expresarse oralmente, es muy útil para ampliar el vocabulario. Posteriormente los animaba para trabajar de a dos en la fase de la escritura. Se plasmaban las ideas de ambos, luego debían leer el texto, corregirlo y pasarlo en limpio para leer en voz alta al resto del grupo. El aporte de los dos niños resultaba útil para la elaboración de oraciones coherentes y para la aplicación de un vocabulario acorde al tema tratado.
Una vez que tomaban confianza en esta actividad, la redacción individual ya no era un problema, sino el resultado de los aspectos positivos que arrojaba del buen trabajo de equipo. Lo he aplicado en muchos momentos áulicos y he sacado buenísimas conclusiones…”




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