Fragmento de mis experiencias docentes, del libro "32 años"
“…Repaso cuidadosamente
una hoja de papel blanco dentro de un cuaderno de tapas duras. Leo los
interrogantes acerca de las dificultades de la redacción en el aula. Redactar siempre
ha sido un “problema”. Una falla metodológica, un escollo. Por años se mantuvo
esta cuestión. Demanda tiempo y el docente debe necesariamente disponer del mismo para trabajar con energía en este tema tan importante para el desarrollo
intelectual del educando.
En las distintas
reuniones plenarias, se abordaban diversos asuntos, pero la práctica de la
redacción en forma periódica en el aula, fue siempre un contenido conceptual
recurrente por ser acuciante.
Por experiencia personal, puedo aseverar que para animar
a los niños a redactar, se debía dar lugar previamente a un diálogo espontáneo
o conducido según la necesidad basado en un asunto pre-determinado. El escuchar
a los pares con atención, respetando los momentos que cada uno necesitaba para
expresarse oralmente, es muy útil para ampliar el vocabulario. Posteriormente los
animaba para trabajar de a dos en la fase de la escritura. Se plasmaban las
ideas de ambos, luego debían leer el texto, corregirlo y pasarlo en limpio para
leer en voz alta al resto del grupo. El aporte de los dos niños resultaba útil
para la elaboración de oraciones coherentes y para la aplicación de un
vocabulario acorde al tema tratado.
Una vez que tomaban confianza en esta actividad, la
redacción individual ya no era un problema, sino el resultado de los aspectos
positivos que arrojaba del buen trabajo de equipo. Lo he aplicado en muchos
momentos áulicos y he sacado buenísimas conclusiones…”
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