lunes, 29 de enero de 2018

Recuerdos

                                              Huellas en el camino

    Cada docente con vocación deja huellas.
   Cuando paso frente a la Escuela donde he dedicado parte de mi vida durante veintiún años, no dejo de observar, aunque sea por unos segundos, al pino lambertiano que fue plantado muy cerca del mástil el primer año de mi ingreso allí.
    Se conmemoraba el “Día del árbol” y después de un emotivo acto cavamos entre todos un hoyo para introducir el pequeño pino que conservaba la maceta negra. Las manitos de los alumnos hicieron lo demás…
    Con los alumnos que tuve a cargo posteriormente,  plantamos la palmera Pindó que se aprecia ahora, alta y vigorosa a la derecha de la entrada principal. También colocamos  un limonero en el patio pequeño, donde después comenzamos a preparar el compost formado a partir de los residuos orgánicos vegetales, podas, césped, alternando con tierra negra traída por los chicos desde su casa. Cada día nos acercábamos al lugar y observábamos el trabajo de los insectos y lombrices, que, con sus humildes trabajos, abrían túneles para airear el suelo que se iba enriqueciendo más y más ante el seguimiento de los pequeños entusiasmados.
    Inculcar el amor y cuidado por la Naturaleza fue otra de las metas a considerar. La escuela contaba con un hermoso jardín al que se debía mantener libre de insectos.
    Por tal motivo elaboramos insecticidas ecológicos a base de tabaco, alcohol, ajo…y fumigamos a los pulgones que atacaban algunas plantas.
    Tan vívidos tengo esos actos conservados con alegría y satisfacción, ya que hay huellas invisibles que quedan en el tiempo, pero también valoro aquellas que se divisan, que se aprecian en su total dimensión…

 G.T.

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