Relato:
Matías
Era
la hora de la siesta y el calor sofocante
abrazaba con fuerza, casi hasta el ahogo.
La
elevada temperatura no impidió que
Matías concretara una idea que le rondaba hacía algún tiempo: entrar a la casa donde vivía doña Matilde para
desatar la furia que le ardía como el
sol en su piel de niño.
Aguardó
hasta comprobar que sus moradores se fueran a descansar, para entrar por la parte trasera, donde un
cerco de alambre romboidal fijaba el límite del patio con la casa de Matías.
Una
vez que cruzó casi sin dificultad, se dirigió a la mesa de piedra hexagonal,
donde reposaban decenas de cactus
pequeños, algunos florecidos, otros recién trasplantados. Con una madera que
halló en un rincón, comenzó a tirarlos con todas sus fuerzas, observando cómo
los cacharros de barro se iban partiendo en mil pedazos sobre el cemento.
Después fue hasta el rincón cercado con piedras y ladrillos donde cuatro
tortugas terrestres tomaban sol apaciblemente. Las fue tomando una a una para
arrojarlas al enorme recipiente de lata oxidada repleto de agua de lluvia. Las pobres
trataban de mantenerse a flote mediante un esfuerzo descomunal. Como su ira no tenía
límites, Matías tomó las sábanas blancas tendidas a lo largo del extenso
alambre y las ensució con el barro que provocó la lluvia de la noche anterior. Siguió
mirando a su alrededor. Quedaban canteros de flores blancas y amarillas. Algunas
lilas que recién abrían sus corolas. Las fue arrancando una a una quedando
diseminadas por toda la superficie.
Cuando
parecía que ya no había más desprecio por hacer, con un trozo de carbón
escribió en la pared blanca, muy blanca:
“Todos somos iguales”. Luego, desapareció rápidamente del lugar.
Cuando
la dueña de la casa se levantó, quedó espantada ante tamaño desastre…Lo primero
que hizo fue salvar a las tortugas que estaban a punto de morir, luego levantó
las sábanas, trató de recuperar algunos cactus y al levantar la cabeza leyó la
sentencia.
No
entendía nada. No comprendía quién podría hacerle hecho tanto daño…Se preguntó
mil veces por qué…por qué a ella…
Y
no tardó mucho en saber el motivo. Al acercarse su esposo, quien interpretó de
inmediato las palabras escritas en color carbón, le dijo a Matilde:
_Te
he escuchado muchas veces decir: “Sos un negrito de mierda” cuando la
pelota de Matías caía dentro nuestro patio.
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