Diario de viaje:
NAVEGACIÓN
POR LA RÍA DESEADO (Primera parte)
La mañana se inicia con un manto sutil de niebla que cubre la población pesquera de Puerto Deseado,
provincia de Santa Cruz. Confío en que el sol comience a iluminar el
día y se asocie a la temperatura templada y al viento calmo para una óptima
navegación por la ría Deseado, la única en Sudamérica.
Desde
la costa alta, ya en el muelle, aprecio la formación natural cuyas aguas tienen un increíble color verde turquesa.
Alguien comenta que la marea oceánica
influye hasta aproximadamente 40 km. de lo que sería la boca del río.
Me
coloco el chaleco salvavidas reglamentario sujetando en extremo a mi
cámara réflex. Tengo un acompañante incondicional: mi esposo, quien carga con
la cámara filmadora. No debemos desaprovechar esta oportunidad única de
comprobar lo que todos aseveran: “Esta
ría es una reserva natural intangible”.
La
lancha gomón nos espera. Tiene capacidad para quince pasajeros. Todos estamos
ansiosos por ver la rica fauna de este maravilloso lugar inmerso en las áridas
estepas que nos rodean. Sin dudas, es
una especie de oasis en medio del desierto.
A
medida que nos alejamos del puerto, se observan numerosas barcazas rojas detenidas
por la veda pesquera y por la temporaria
marea roja. Comienzan a aparecer cañadones y acantilados del Jurásico, cuando
las erupciones volcánicas de hace 150 millones de años modelaron el paisaje
agreste, sepultando lo que era un vasto bosque selvático donde habitaban los
dinosaurios.
La guía
contratada nos relata que Charles Darwin navegó el curso de esta ría en el año 1833 en un bote
a remo y vela. Cuentan que había quedado fascinado por la abundante y variada
fauna. Había acampado en un cañadón para explorar las islas que ahora estamos
recorriendo. Tienen salientes rocosas e imagino a Darwin registrando lo que allí observaba.
Nos
acercamos más a los pintorescos barrancos y vemos en detalle miles de moluscos bivalvos adheridos
a las rocas que se muestran desnudas por la bajamar. Es un espectáculo deslumbrante.
De a poco vamos distinguiendo las cinco especies de cormoranes que habitan
el lugar. Hay importantes colonias de nidificación del cormorán biguá y el del
cuello negro. Construyen sus nidos aprovechando
las oquedades geológicas como si se tratara de un edificio comunitario. Con rapidez capturo las imágenes del momento
en que las hembras empollan o los machos van en busca de algas para lograr la
confortabilidad de sus nidos. La fidelidad y la monogamia se conjugan entre
estos seres alados.
Elevo
la vista hasta donde termina la mole rocosa, decorada por el guano blanco que
chorrea hacia el agua para contemplar a unos pájaros llamados “ostreros”, que con sus picos naranjas flúor rompen los mejillones dejándolos caer en vuelo
sobre las piedras.
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