miércoles, 23 de marzo de 2016

 Diario de viaje:


NAVEGACIÓN POR LA RÍA DESEADO (Primera parte)


La  mañana se inicia con un manto sutil de  niebla que cubre  la población pesquera de Puerto Deseado, provincia de Santa Cruz.   Confío en que el sol comience a iluminar el día y se asocie a la temperatura templada y al viento calmo para una óptima navegación por la ría Deseado, la única en Sudamérica.
Desde la costa alta, ya en el muelle, aprecio la formación natural cuyas  aguas tienen un increíble color verde turquesa.  Alguien comenta que la marea oceánica influye hasta aproximadamente 40 km. de lo que sería la boca del río.
Me coloco el  chaleco salvavidas  reglamentario sujetando en extremo a mi cámara réflex. Tengo un acompañante incondicional: mi esposo, quien carga con la cámara filmadora. No debemos desaprovechar esta oportunidad única de comprobar lo que todos  aseveran: “Esta ría es una reserva natural intangible”.
La lancha gomón nos espera. Tiene capacidad para quince pasajeros. Todos estamos ansiosos por ver la rica fauna de este maravilloso lugar inmerso en las áridas estepas que nos rodean.  Sin dudas, es una especie de oasis en medio del desierto.
A medida que nos alejamos del puerto, se observan numerosas barcazas rojas detenidas  por la veda pesquera y por la temporaria marea roja.  Comienzan a aparecer  cañadones y acantilados del Jurásico, cuando las erupciones volcánicas de hace 150 millones de años modelaron el paisaje agreste, sepultando lo que era un vasto bosque selvático donde habitaban los dinosaurios.
La guía contratada nos relata que Charles Darwin navegó  el curso de esta ría en el año 1833 en un bote a remo y vela. Cuentan que había quedado fascinado por la abundante y variada fauna. Había acampado en un cañadón para explorar las islas que ahora estamos recorriendo. Tienen salientes rocosas e imagino a Darwin  registrando lo que allí observaba.
            Nos acercamos más a los pintorescos barrancos  y vemos en detalle miles de moluscos bivalvos adheridos a las rocas que  se muestran desnudas  por la bajamar.  Es un espectáculo deslumbrante.
De  a poco vamos distinguiendo  las cinco especies de cormoranes que habitan el lugar. Hay importantes colonias de nidificación del cormorán biguá y el del cuello negro. Construyen  sus nidos aprovechando las oquedades geológicas como si se tratara de un edificio comunitario.  Con rapidez capturo las imágenes del momento en que las hembras empollan o los machos van en busca de algas para lograr la confortabilidad de sus nidos. La fidelidad y la monogamia se conjugan entre estos seres alados.
Elevo la vista hasta donde termina la mole rocosa, decorada por el guano blanco que chorrea hacia el agua para contemplar a unos pájaros llamados “ostreros”, que  con sus picos naranjas flúor  rompen los mejillones dejándolos caer en vuelo sobre las piedras.




No hay comentarios:

Publicar un comentario