jueves, 18 de febrero de 2016

Las olas no pueden  borrar los “Te amo” de la arena,
ni  las huellas de  los niños jugando.
Tampoco las miradas de las familias  extasiadas
ante  los frutos que el mar devuelve a la costa.
Ni los abrazos de las parejas soñadoras.
Ni los ocasos tatuados en los guijarros.
Ni los amaneceres del pescador con su caña.
Todo queda allí aunque no se vean.
                Son los recuerdos, tan solo los recuerdos…

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