Las olas no pueden borrar los “Te
amo” de la arena,
ni las huellas de los niños jugando.
Tampoco las miradas de las familias
extasiadas
ante los frutos que el mar
devuelve a la costa.
Ni los abrazos de las parejas soñadoras.
Ni los ocasos tatuados en los guijarros.
Ni los amaneceres del pescador con su caña.
Todo queda allí aunque no se vean.
Son los recuerdos, tan solo los recuerdos…
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